Leer y escribir a mano no es solo una inversión en inteligencia. Hasta la depresión tiene miedo de los libros.
«Siempre me había considerado un amante de la lectura, pero hace unos años constaté que existía una gran diferencia entre que te gusten los libros y que los necesites. En mi caso, me identifico con las personas que dependen de los libros para disfrutar de una vida plena”.