Aprender a aceptar las bromas forma parte de la madurez emocional y aporta a los niños una fortaleza necesaria en los vaivenes de la vida escolar.
Cuanto antes aprendamos a reírnos de nosotros mismos, mucho mejor. “Un niño que sabe asumir una broma, que comprende el sentido literal y figurado de las cosas, suele ser más seguro de sí mismo y también más asertivo y valiente”, asegura Rosario Ortega Ruiz, catedrática de Psicología en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba. Esa facultad para tomarse las cosas con humor no solo le preparará para llevar una vida adulta plena, satisfactoria y en definitiva más feliz; también puede convertirse en una especie de capa protectora frente a situaciones complicadas de la vida escolar.